Cómo evitar y actuar en caso de atragantamiento en niños
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Los primeros 1.000 días de vida de un niño, desde la concepción hasta los dos años de edad, son fundamentales para su desarrollo. Durante este periodo, se forma la microbiota infantil, es decir, la comunidad de microorganismos que habita en el tracto gastrointestinal del bebé. La microbiota juega un papel crucial en la salud y el bienestar del niño. En este artículo, hablaremos sobre la importancia del desarrollo de la microbiota infantil en sus primeros 1.000 días de vida y cómo influye en la salud presente y futura de los más pequeños.
La microbiota o flora intestinal es el conjunto de microorganismos vivos (hongos, arqueas, virus y bacterias) que habitan en el tracto digestivo del ser humano. En los últimos años se ha investigado y descrito la importancia de la microbiota en la salud y el desarrollo del ser humano, siendo especialmente importante durante la infancia.
La microbiota intestinal se establece desde el nacimiento y se va desarrollando a lo largo de los primeros años de vida. Hay determinados factores que influyen el establecimiento de la microbiota y que varían en función de:
El tipo de parto: La microbiota intestinal se adquiere por primera vez al atravesar el canal del parto principalmente, y por contaminación desde el tracto digestivo en ese momento, de forma secundaria. Mientras que en el parto natural existe una alta exposición a los lactobacilos propios de la vagina, en el parto por cesárea ésta no ocurre. De hecho, se ha comprobado que los bebés nacidos por cesárea contienen menos lactobacilos en su microbiota intestinal, mientras que el número de microorganismos propios de la piel de la madre como Staphylococcus son más abundantes.
El tipo de alimentación del bebé en sus primeras semanas de vida también juega un papel importante en la evolución de la microbiota, ya que los bebés alimentados con fórmulas infantiles no reciben las bacterias que la madre aportaría a través de la lactancia directa. La lactancia materna contiene nutrientes y componentes que fomentan el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino del bebé.
Del mismo modo que el establecimiento de la primera microbiota está determinado por varios factores, también lo está su maduración. En ello influyen múltiples variables, aunque existen tres principales:
El entorno del bebé: Es la principal fuente para la adquisición de nuevos tipos de microorganismos. Además de las bacterias transferidas por la leche materna, los bebés adquieren microbios de otros miembros de su familia y de todo su alrededor. Aunque esta exposición a microbios da lugar en ocasiones a enfermedades infecciosas intestinales y respiratorias, se considera que es crucial para el normal desarrollo no sólo de la microbiota, sino del sistema inmune de la persona hasta que es adulta.
La alimentación del niño tras la lactancia: La dieta puede no sólo aportarmicrobios por ejemplo a través de alimentos fermentados, sino también nutrir a la flora intestinal ya existente. El ejemplo más conocido es la fibra, de la que nuestro organismo no puede obtener energía y que por lo tanto llega casi intacta al colon, donde los microbios pueden metabolizarla para sobrevivir y crecer
El consumo de medicamentos, especialmente de antibióticos: Ante cualquier enfermedad infecciosa causada por bacterias se suelen administrar antibióticos de amplio espectro, los cuales han salvado millones de vidas y han contribuido a reducir la mortalidad infantil de forma drástica. Sin embargo, tiene efectos negativos en la microbiota intestinal, ya que elimina tanto las bacterias patógenas como las beneficiosas y se traduce a corto plazo en la aparición de diarreas.
La microbiota desempeña un papel crucial en la salud del niño. Un equilibrio adecuado de bacterias beneficiosas en el intestino ayuda a fortalecer el sistema inmunológico, previene enfermedades, mejora la digestión y la absorción de nutrientes, y contribuye al desarrollo adecuado del sistema nervioso.
La microbiota también puede afectar el sueño y el ánimo de los niños. Estudios recientes han demostrado que la composición de la microbiota puede estar relacionada con el estado de ánimo, la ansiedad y los patrones de sueño.
El crecimiento en el número de partos por cesárea y la disminución en la lactancia materna hacen que la madre no transfiera la cantidad y variedad de microorganismos óptimas.
Esto afecta particularmente a los lactobacilos, microorganismos que juegan un papel crucial en la digestión de la leche, la principal fuente de alimentación del bebé en sus primeros meses de vida. Por una parte, estas bacterias se alimentan muy eficientemente a base de fibras vegetales, que no se encuentran suficientemente representadas en muchas dietas modernas desde la infancia. Por otra parte, los lactobacilos se encuentran entre las bacterias que más sufren el impacto de los antibióticos, que los hacen prácticamente desaparecer de la microbiota intestinal tras cada curso.
Para intentar corregir este déficit, muchos expertos recomiendan el uso de probióticos, microorganismos naturales vivos, que se aportan a la microbiota a través de la dieta, compuestos de lactobacilos.
Una de las cepas de lactobacilos probióticos más estudiadas y mejor documentadas, especialmente en niños, es Lactobacillus rhamnosus GG.
La microbiota infantil juega un papel fundamental en el desarrollo y la salud de los niños durante los primeros 1.000 días de vida. Cuidar y promover una microbiota saludable a través de la lactancia materna, una alimentación equilibrada y el uso responsable de antibióticos puede tener efectos positivos a largo plazo en la salud, el sueño y el bienestar emocional de los más pequeños.
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